Quien les escribe periódicamente desde esta columna es arquitecto y, por si no lo he aclarado antes, el título es un homenaje al gran Italo Calvino y su libro “Las ciudades invisibles”, donde el viajero Marco Polo expone al rey de los tártaros Kublai Kan descripciones de ciudades fantásticas a modo de pequeños relatos. Desde mi humilde colaboración como opinador de lo que acontece en nuestro municipio, me siento como ese Marco Polo que les ofrece pequeños cuentos sobre las diferentes ciudades que me encuentro. Todas son la misma urbe, pero se nos muestra con mil caras según se mire o según el momento.
Una ciudad de grandes desequilibrios sociales, calificativo malsonante, pero que implica que hay espacio para todos. Grandes fortunas que poco se dejan ver, sin deseos de protagonismos pero valedores de una ciudad de ensueño, multimillonarios de dudosa reputación que gustan de la exuberancia y un lujo al que adoran; una clase media trabajadora que hace de argamasa de este modelo de ciudad siendo el principal eje conector entre los extremos sociales, bien como empresas de servicios profesionales, bien como empleadores de mano de obra; clases sociales con déficit de recursos económicos que subsisten en equilibrio inestable según la rueda de la fortuna, pero sin perder nunca la dignidad. Entre medias, múltiples capas que configuran una sociedad plural que dan vida a una ciudad de contrastes donde todos tenemos cabida.
Una ciudad de la alegría, de eterna juventud, donde se reciclan los tiempos para volver a ofrecernos exitosos momentos del pasado. Como ejemplo la Marbepop, un evento que impulsa a las nuevas bandas musicales locales junto a otras consolidadas bajo una magnífica organización que logra reunir cada año a la gran familia marbellí, en esta ocasión en un ambiente idílico como es el Parque de la Represa, con la Concha de telón de fondo. El Parque de la Constitución también asume su papel dinamizador recuperándose del ostracismo, demostrando como, además de jardín botánico, sirve de entorno magistral para eventos sociales como han sido este año Irish Music Festival o el Oktoberfest.
Ciudad de acogida, donde quienes la visitan se sienten tan cómodos que acaban quedándose. Foráneos llegados de todas partes, que se agrupan por zonas según se asentaron sus primeros compatriotas, unos del norte de Europa otros del norte de África, de Hispanoamérica o de Asia. Unos en Marbesa otros en Puya, Sierra Blanca o Guadalmina. Todos forman parte de la Marbella de acogida, en equilibrio existencial pero escasa convivencia social.
Ciudad del turismo, la más conocida y la que nos da reconocimiento mundial. Centrada fundamentalmente entre los meses de junio y septiembre, espera poder ampliar su oferta hasta cubrir todo el año potenciando otros atractivos a parte del sol, playa y golf, como puede ser su entorno natural, su patrimonio o su gastronomía. Grandes oportunidades que están a la vista pero carecen de empuje institucional. Todo llegará.
Artículo publicado originalmente en el blog Tertulia de Marbella el 10 de octubre de 2017
Arturo Reque es arquitecto, activista, presidente de la asociación Marbella Bycivic y miembro cofundador de Impulsa Ciudad.